«¿Se ha dicho ya la última palabra? ¿Acaso debe desaparecer la esperanza? ¿Es definitiva la derrota?» –clamaba por la radio la voz de un general desconocido, desde Londres, corazón de Gran Bretaña, la isla de la esperanza, el 18 de junio de 1940– «Créanme, a mí, que les hablo con conocimiento de causa y que les digo que nada se ha perdido para Francia. Los mismos medios que nos han vencido pueden hacer que venga un día la victoria […]. Pase lo que pase, la llama de la resistencia francesa no debe extinguirse, y no lo hará. Mañana, como hoy, hablaré por la radio de Londres.»
El Appel (“la llamada”) del general De Gaulle forma, hoy, parte del mito fundacional de la Resistencia francesa pero, es importante decirlo, fueron pocos los que lo escucharon, y de los que lo hicieron, la gran mayoría no entendía lo que estaba pasando. El propio De Gaulle fue mucho más suave de lo que hubiera querido. A fin cuentas, el armisticio que detendría las hostilidades con Alemania no iba a firmarse hasta cuatro días más tarde. Nacía, no obstante, la idea de la resistencia. Pero bajo este término cupieron entonces muchas cosas, muchas ideas y muchas redes. Podemos distinguir, de hecho, la resistencia como acción, que nació muy pronto en grupos de amigos, estructuras administrativas residuales o en camarillas de oficiales frustrados por la rapidez de la derrota, tanto en el propio territorio metropolitano francés como fuera, en el Reino Unido y en las colonias; y la Resistencia francesa como organización, que nació en multitud de redes y células por todo el territorio francés, y que iría concentrándose en una sola, esa fue la obra de Jean Moulin.
El 17 de junio, un día antes del mensaje radiado de Gaulle, Jean Moulin, el prefecto más joven de Francia, al frente de la prefectura de Chartres, se ve obligado a recibir a las tropas invasoras alemanas, cuyos jefes pretenden obligarlo a firmar un documento en el que se acusa a las tropas senegalesas de haber disparado contra civiles. Se niega y, golpeado y encerrado, no duda en tratar de abrirse la garganta con un trozo de vidrio. Pero esta no es la curva en la que le espera la muerte. Salvado in extremis por sus propios captores, permanecerá al frente de la prefectura hasta noviembre, cuando el nuevo régimen de Vichy decida expulsarlo por su condición de socialista radical. Se instala entonces en la casa de su familia en Saint Andiol (no muy lejos al sur de Aviñón), desde donde empieza a indagar en busca de quiénes resisten a los alemanes, y con el resultado de estas averiguaciones marchará a Londres en septiembre de 1941, por España y Portugal, para presentarse ante el general De Gaulle.
Jean Moulin no tarda en convertirse en uno los hombres de máxima confianza del dirigente de la Francia Libre, al que no solo informa de la actividad resistente que se está desarrollando en el sur del país, sino que también le propone un plan: unificar todos estos grupos, más o menos importantes, en una sola organización dirigida desde Londres. La confianza que nace, casi de inmediato, entre aquellos dos hombres de ideologías tan distintas, fructifica en el envío de Jean Moulin de vuelta a Francia con una doble misión: unir los movimientos de la resistencia francesa de la zona sur bajo la autoridad del general De Gaulle (según la orden pública del 24 de diciembre de 1941) y centralizar todas las fuerzas paramilitares en una organización única (según la “orden secreta” que le había dado anteriormente, el 4 de noviembre).
Como parecen exigir los hados para este tipo de misiones, al principio todo sale mal. Lanzado en paracaídas, el equipo de radio que lleva se rompe y Londres no va a saber nada de su agente durante semanas, sin embargo este se ha puesto manos a la obra de inmediato. Su cobertura es la del prefecto retirado, que además regenta una galería de arte en Niza; su nombre en clave, en ese momento, es Rex, aunque será más conocido como Max. En julio de 1942, Moulin ya ha conseguido reunirse con los líderes de las tres grandes organizaciones de la zona sur: Emmanuel d’Astier de la Viguerie para Libération-Sud, Jean Pierre Lévy por Franc-Tireur y Henry Frenay por Combat. Si los dos primeros aceptan sin dificultades la idea de la unificación, el tercero, sin embargo, será más reacio, entre otras cosas porque aspira a un cargo importante en la nueva organización, el de jefe del Armée Secrète (AS, el “Ejército Secreto”), pero Moulin le desengaña: el principio de separación entre lo civil y lo militar que regía en la república derrotada sigue vigente, y como líder de uno de los movimientos, no puede aspirar a ser el jefe militar en el interior de Francia; el cargo recaerá sobre el general Delestraint. Sigue un intenso periodo de organización de estructuras: el Service des Opérations Aériennes et Maritimes (SOAM, “Servicio de Operaciones Aéreas y Marítimas”), que se encargará de la llegada y salida de personas; el Bureau d’Information et de Presse (BIP, “Oficina de Información y Prensa”), que mantendrá informadas a todas las redes y crea el Bulletin de la France Combattante (“Boletín de la Francia Combatiente”) para alimentar a la prensa clandestina; y el Comité Général d’Etudes (CGE, “Comité General de Estudios”), un consejo de Estado clandestino cuya función será pensar en las reformas que necesitará el país tras la liberación. Sin embargo, sus éxitos fundamentales serán la creación del Ejército Secreto y de una organización política que encuadre los tres movimientos de resistencia ya citados. Primero será un comité de coordinación de la zona sur, creado el 26 de noviembre de 1942, pero el 26 de enero de 1943 se crea la agrupación Mouvements Unis de Résistance (MUR, “Movimientos Unidos de Resistencia”), un órgano que fusiona los tres grandes movimientos en la Francia de Vichy, y al que se irán uniendo las demás iniciativas.
En ese momento, sin embargo, los acontecimientos militares se suceden a toda velocidad. El 8 de noviembre de 1942 los aliados desembarcan en las colonias francesas del norte de África, y el 10 los alemanes desencadenan la Operación Anton y ocupan toda la Francia de Vichy. A nivel político, el hecho de los aliados anglonorteamericanos elijan al almirante Darlan, uno de los máximos dirigentes del gobierno filoalemán de Pétain, que se encontraba casualmente en Argel, para gobernar el África del norte francesa, empuja a muchos resistentes a adherirse al gaullismo, que clama contra lo que considera una connivencia imperdonable de los aliados occidentales con los petainistas. En estas fechas se inicia también el proceso de unificación de los grupos de resistencia del norte de Francia, la antigua “zona ocupada”, con el envío de la misión Arquebuse-Brumaire, dirigida por André Dewavrin “Passy” y Pierre Brossolette. Estos no tardan en crear el Ejército Secreto del norte, que pronto estará también bajo la dirección general de nuestro personaje.
Tras un viaje a Londres del que vuelve el 20 de marzo de 1943, Jean Moulin no deja de trabajar. Su objetivo es ahora crear el Conseil National de la Résistance (CNR, “Consejo Nacional de la Resistencia”), que debe reunir no solo todos los movimientos de resistencia del país, sino también todos los partidos políticos –que para evitar alarmar a los sectores más críticos con el antiguo sistema de partidos republicano se presentarán como “tendencias políticas” – y los sindicatos. Para entonces, está a punto de llegar su curva.
El 27 de abril de 1943 la “Sipo” (Sicherheitspolizei, policía secreta) detiene a Jean Multon, uno de los jefes de Combat, que es convencido para ponerse al servicio del ocupante y se convierte en un topo de enorme importancia justo en el centro del entramado organizado por Jean Moulin. Es la primera ficha del dominó. El 7 de junio, René Hardy, jefe de la organización ferroviaria de resistentes Sabotage-Fer, se dirige a París a bordo del tren nocturno desde Lyon con la intención de reunirse con el general Delestraint. La reunión ha sido confirmada por Henry Aubry, adjunto del general, corriendo un riesgo enorme, pues sabe que el buzón de correo que utilizan para pasar estos mensajes ha sido descubierto por los alemanes. El resultado: esa misma noche, en la estación de Chalon y con la ayuda de Multon, que lo identifica, Hardy es tenido. Es la segunda pieza del dominó, clave, que cae en manos de los alemanes. Al día siguiente caerá la tercera pieza, el propio general Delestraint, en una emboscada tendida en el lugar de la reunión, y en los días siguientes más de un centenar de altos cargos de la Resistencia francesa en el sur son detenidos.
Entretanto, el 10 de junio Hardy es liberado, dejando a su novia como rehén en garantía, ya que los ocupantes desconocen su importancia exacta. Este personaje, uno de los grandes misterios de nuestra historia, seguirá adelante con sus actividades sin informar a sus compañeros de su detención y posterior liberación. ¿Otro traidor? Los juicios de posguerra lo absolvieron por falta de pruebas, y a fecha de hoy hay historiadores que se decantan tanto a favor como en contra. Tal vez, simplemente, se consideró afortunado y no quiso que lo apartaran, cosa que habría sucedido de inmediato de saberse que había sido arrestado, o no quiso poner en peligro a la mujer que lo arriesgaba todo por él.
Tras la detención de Delestraint, Jean Moulin decide reunirse con todos los jefes del Ejército Secreto a fin de nombrar un nuevo comandante en jefe. La reunión promete ser dura pues todas las organizaciones quieren a su propio candidato, tal vez por eso, el día antes de la fecha fijada, Aubry, quien sigue libre a pesar de la detención de su jefe, comete otra torpeza: invita a Hardy, que no ha sido convocado, a la reunión, para reforzar la posición de Combat, la organización a la que pertenece. Como ya indicábamos, tal vez Hardy traicionó, o simplemente lo siguieron. A las 15.00 horas del 21 de junio de 1943, hace 75 años, la Gestapo hace acto de presencia en casa del doctor Dugoujon, en Caluire, y todos los presentes son arrestados, entre ellos Jean Moulin, oculto bajo el seudónimo de Jean Martel, un pintor de Niza. Hardy, detenido junto a los demás, conseguirá, no obstante, escapar, dos veces (la segunda ocasión será en agosto), de la Gestapo, todo un record.
El encargado de interrogar a los detenidos fue Klaus Barbie, el carnicero de Lyon, el mismo que había orquestado las redadas. Los prisioneros son brutalmente torturados, hasta que identifica a Jean Moulin, estamos a 23 de junio y ha caído la pieza más importante. A partir de ese momento, la atención se centra en nuestro protagonista, que no hablará. El 5 de julio los superiores de Barbie ordenan el traslado del prisionero a Paris, donde volverán a torturarlo, en vano. Finalmente, los nazis deciden deportarlo. Fue en el tren que lo llevaba hacia el este, probablemente en la estación de Metz, y probablemente el 8 de julio de 1943, cuando el hombre que quiso rajarse la garganta en 1940 rinda su vida, sin haber hablado.
Charles de Gaulle, con quien empezábamos este texto, le rendiría homenaje en sus memorias:
“Hombre de fe y de razón, que no dudaba de nada y que lo desafiaba todo, apóstol a la vez que ministro, Moulin debía, en dieciocho meses, ejecutar una tarea capital. Iba a fusionar de modo práctico la Resistencia en la metrópoli, donde hasta entonces tan solo se esbozaba una unidad simbólica. Después, traicionado, capturado, espantosamente torturado por un enemigo sin honor, Jean Moulin murió por Francia, como tantos buenos soldados que, bajo el sol o en las sombras, sacrificaron una larga tarde vacía para mejor llenar su mañana.”
La historia de Jean Moulin, de la Resistencia francesa y de muchos otros opositores al nazismo de toda Europa se recoge en La isla de la esperanza. Inglaterra, la Europa ocupada y la fraternidad de pueblos que cambió la Segunda Guerra Mundial, de Lynne Olson.
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